Hoy he recibido un mensaje inquietante de una buena amiga, a la que admiro y quiero mucho:
"Mi Capitán (ella me llama así): ¿Conoces a alguien que pudiera darme algún consejo sobre un proceso de divorcio complicado, con niños de por medio? Mi amiga de toda la vida (la del pueblo, que tiene dos niños) está metida en una situación que me da bastante miedo, porque han entrado en juego hasta amenazas de muerte y el proceso lleva ya tres meses en marcha y no se ve el final. Mientras, la custodia, el uso de la casa y todo lo demás, están sin definir y él hace lo que le viene en gana. Vamos, que la situación se complica cada vez más y yo me siento muy inútil, porque no sé cómo puedo ayudarla de forma práctica."
Naturalmente, lo primero que he hecho ha sido coger el teléfono, hacer dos llamadas y localizar a una abogado matrimonialista de confianza que espero que la pueda ayudar. Lo siguiente ha sido analizar la situación. ¿Qué puede hacer que una relación, que seguramente comenzó con sueños e ilusiones, acabe así? ¿Es el egoismo? ¿Es la falta de educación? ¿Es el orgullo herido? Sea lo que sea, que difíciles somos cuando sólo miramos hacia dentro. Complejos complejos.
Rezo por tu amiga, y doy las gracias a Dios por conocer personas como tú, que se ocupan y preocupan tanto de sus amigas.
miércoles, 21 de enero de 2009
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