Es ésta una festividad que no tiene día fijo en el calendario. Para cada Rodríguez, consiste en el conjunto de celebraciones que tienen lugar -normalmente la víspera- con motivo del magnánimo acontecimiento que supone el retorno de la familia, que naturalmente ha estado descansando -merecidísimamente- en la segunda residencia durante más tiempo que el titular de familia, que escasamente veranea durante tres semanas, en las que no se pone ni moreno el pobre, por cierto...
Pues bien, durante esa trágica noche, en la que hay más fuegos que apagar que en la noche de San Juan, el Rodríguez no para, literalmente. Por la mañana se enfrenta al juego del espejo (afeitarse enfrente del último espacio limpio disponible en él, aunque haya que subirse a una escalera, y cuya imagen ya casi no percibe... de ahí los cortes del Rodríguez al afeitarse), y se da cuenta de que esa tarde toca zafarrancho silencioso. La necesidad del sigilo no sólo evidente, sino imprescindible, porque no puede reconocer ante tu santa que no ha pegado golpe el resto de los días)...Tampoco puede llamar a la chica porque sabe que se chivaría, la muy desgraciada. No hay nada que hacer, John. Estás solo, y lo sabes. Te enfrentas a ti mismo, y para eso como que no estás preparado del todo...
Buscar el amoniaco, desentumedecer la fregona, comprar ambientadores, tratar de averiguar para qué sirven 10 productos que hay debajo de la pila, conseguir que el cubo de la basura quepa en el contenedor, reciclar el papel y el vidrio (y acertar con qué cosa va dónde, peor que un Sudoku lo del reciclaje...), saber hacia que lado gira la rueda de la lavadora (por qué llaman a los programas A, B y C...? ¿Es que son espías y usan códigos secretos?... Entender como funcionan las cuerdas de tender (¿pilláis lo de en-tender no?)...(Por cierto, alguien debería analizar y explicarme por qué siempre el nudo está donde impide correr a la ropa. Gratifico generosamente. Sueño con ello.), limpiar la nevera y entender que hay que tirar algunas cervezas para dejar espacio para la comida tradicional, descalcificar el lavaplatos o mover las butacas para barrer debajo de ellas (si las encuentras) son tareas habituales, auténticas aventuras de Rodríguez Crusoe en este tipo de noches.
Los puedes reconocer por las calles porque van acelerados, pálidos, estresados, sudando, y con una lista de tareas pendientes y de compras que no tiene fin... Y por supuesto, con los cortes del afeitado bien frescos... Se acabaron las cenas y copas con los amiguetes...Los caprichos de finales de julio...Qué tiempos aquéllos... La realidad se acerca más rápido de lo que Rodríguez tarda en emparejar calcetines recién lavados... ¿por qué son todos iguales cuando los miras y luego puestos mutan de color?
Mañana os contaré qué tal paso el test. Creo que lo tengo todo listo. He llenado la nevera, no hay pelos en la ducha, las toallas están limpias, la cocina recogida, la casa fregada, los ambientadores de ropa en los armarios de las chicas (espero que no abran el mío)... Podéis imaginarme cuando entren por la puerta, sentado, tranquilo, con seguridad, leyendo el periódico, casi sin mirarlos...
- Qué bien está todo...John... ¿has limpiado?
- ¿Yo? ¿Has bebido?...Poooooooorrrrrrrr favorrrrrrrrrrrrr.... Ya te he dicho mil veces que no hay nada como ser ordenado y no manchar... Te sorprenderías de descubrir a dónde sería capaz de llegar un Rodríguez si nos dejaseis más tiempo solos...
1 comentario:
jajjajajaja......
que distintas somos las Rodriguez..
yo en este mismo caso he limpiado la casa justo después de irse los niños y no he vuelto a tocarla...pero por que no ha hecho falta.
De verdad, no hay nada mejor que el orden y la limpieza para no darte palizas...
aunque los calcetines se nos líen los unos con los otros a nosotras también,jejejejej
besitos y bienvenidos
anatxu
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