No sé si os he contado alguna vez que en el año 1993 hice el Camino de Santiago en bicicleta. Podría escribir cada noche una página con anécdotas que a mi hermano y a mí nos acontecieron. Por si no os acordáis, en ese año no había móviles, viajamos con lo puesto y lo que cabía en dos alforjas que colgaban de los lomos de los hierros sobre los que montábamos. Llevábamos uan tienda de camping que pesaba tres kg., un par de mudas, y unas chanclas...Bueno, y el saco, porque dormíamos en el suelo. Tardamos 12 días, que fueron apasionantes, uno tras otro los podría narrar cual relator omniscente de novela de acción.
El caso es que por entonces ya usaba Moleskine...Pero no era la negra pija que lleva ahora todo el mundo. Esto es un invento reciente que el marketing ha vendido bien. En el año 1993 se usaban cuadernos de tapas duras, color beige, que compré en Nueva York. Un cuadernos A5 con líneas horizontales, en el que escribía las anécdotas más relevantes, y que iré recuperando.
Y lo importante de la Moleskine es que llevaba un pin de Santiago, el Apostol, en la esquina superior derecha, convenientemente atrapado con su cierre de doble grapa. El cuaderno viajaba en la parte frontal de mi bicicleta, con las cosas importantes que llevas contigo en una aventura de este estilo: el dinero, una tarjeta de crédito y la tarjeta de la seguridad social...No hace falta más.
Santiago, el pin que representa el motivo de ese viaje (aunque la verdad que en doce días encuentras doce mil más) vino con nosotros, y yo creo que se sentía bien. El viaje por la undécima etapa transcurría plácidamente por las aldeas gallegas. A esas alturas ya estábamos como toros, yo había adelgazado ya 7 kg (yo creo que alcancé mi peso ideal), el día era maravilloso, la etapa, probablemente la más bonita entre sombras, luces, agua, vida y gente de pueblo...
Pero no todo podía ser perfecto. El caso es que pinché. Aviso a Ramón, y nos sentamos a reparar el pinchazo (evidentemente, lo primero para estas cosas es tener un buen kit de reparaciones). Y el que haya montado en bicicleta sabe que lo segundo es encontrar la causa del pinchazo, porque de lo contrario el clavo puede volver a pinchar la cámara de la bicicleta... Voy girando despacio la cámara, pasando el dedo por dentro mientras hablaba con Ramón de la pena que nos daba el que se acabase el Camino... Al cabo de unos segundos detecto el clavo:
- ¡Aquí está! Digo con satisfacción.
Y cuando saco el clavo no lo puedo creer: era el PIN del Apostol clavado en la rueda...
- No puede ser, me dice Ramón...
Me levanto raudo y busco el cuaderno...En efecto...el PIN se había caído, había rebotado en la rueda, había caído al suelo, y luego esa misma rueda lo pisa y lo recupera...
Santiago llegó a Santiago con nosotros. ¿Alguien tiene una explicación para esto? Yo, mientras tanto, voy dando las gracias...
miércoles, 10 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario