domingo, 10 de mayo de 2009

La variable tiempo


Creo que es la que nos mata. La mayor parte de nuestras decisiones las tomamos afectados, directa o indirectamente, por el hecho de que el tiempo es limitado, muy por delante de cualquier otro factor. Jugamos a corto, invertimos porque nos dicen que el dinero hoy vale menos que mañana, corremos porque llenamos nuestra agenda de cosas, como si fuéramos un baúl, algo destartalado ya, por cierto. ¿Y si hubiera deflación y resultase que el dinero en el banco hoy vale más que el de mañana?

El papel del tiempo en esta crisis no ha sido menor. Estamos ante la primera de ellas que se ha generado y producido en la “era Internet”, una época en la que la velocidad de acceso a la información ha estado, sin duda, detrás de las altísimas volatilidades que se han experimentado. No parece que los reguladores hayan caído en la cuenta del impacto que desde los años 90 presenta la “sociedad de la información” en el mundo financiero. Con el estallido de la burbuja del año 2000 quizás dieron por terminado el fenómeno, cuando me da la impresión de que sólo estaba empezando.

Lo reconozcamos o no, súbitamente han cambiado muchas referencias, ejes cartesianos de variables tan importantes como el espacio físico y el tiempo de acceso a la información, y por tanto la velocidad de ejecución, la fuerza de la comunicación, la energía de los equipos de trabajo, el potencial de nuestras inversiones. Y como cartesiano que es uno, no es de extrañar que de vez en cuando haga algún ejercicio tratando de relacionar situaciones y fenómenos que observo, para explicarlos a través de reglas y ecuaciones. Os invito a acompañarme en uno de ellos…

Admitamos que Internet aumenta el “espacio” de información disponible - aceptemos a efectos de simplificar el análisis que lo hace en un orden de magnitud: creo que el lector medio estará de acuerdo conmigo en que a través de Internet podemos acceder, al menos, a 10 veces más de información- y que el tiempo de acceso a la información se ha reducido, digamos en otro orden de magnitud -lo que antes nos llevaba horas, ahora serían minutos o segundos-.

Pues bien, dado que velocidad es espacio en la unidad de tiempo, una simple división nos lleva a aceptar que la velocidad de acceso a la información, gracias a Internet, ha aumentado en, al menos, dos órdenes de magnitud. Sigamos: si la fuerza es proporcional a la velocidad en la unidad de tiempo, aquélla habrá aumentado, al menos, en tres órdenes de magnitud. Y si la energía es la fuerza por el espacio, aquélla aumenta en cuatro órdenes de magnitud. Por último, y dado que potencia es la energía por unidad de tiempo, podemos concluir que la potencia desarrollada a través del uso de la información en Internet puede llegar a ser de, al menos, cincos órdenes de magnitud superior a la que representa la información tradicional. Recuerdo que la variación de cinco órdenes de magnitud no implica que la relación sea cinco veces mayor, 100.000 veces superior.

Pues eso, que en estos tiempos, nuestras reacciones, nuestros comentarios, nuestras actitudes, están siendo afectadas por un tsunami de información, que evidentemente tiene y tendrá consecuencias.

¿Se puede ir contra esto? Quizás no, pero sí que podemos simplificar nuestras vidas. No complicarlas con cosas que no aportan valor más que en el corto plazo. Hay que seguir invirtiendo en el sacrificio, en el esfuerzo, en lo que en sí es bueno.

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