martes, 3 de febrero de 2009

Víctor Pradera, 89 - (5)

Marino tenía una hoja de servicios de más de tres páginas. No sé por qué razón estaba en casa, en la repisa superior de la estantería, medio oculta, en una carpeta de cartón color ladrillo viejo con gomas blancas. Recuerdo leerla, casi memorizarla, cuando mis padres salían de casa. Su historial comenzaba en la División Azul, en la que resultó herido de bala el 4 de enero de 1942 en la batalla de Samokrassa, siendo trasladado durante un par de meses al hospital de Grigorowo, donde se recuperó antes de ser repatriado. Ingresó en la policía en 1943, como agente de tercera clase, siendo destinado a Valencia. A partir de ahí, cada servicio, felicitación o recompensa que leía en la hoja, se reflejaba en mi retina y me hacía soñar, tratando de poner cara a cada uno de los malhechores que había detenido. En muchos casos eran delitos de sangre, aunque los más divertidos eran los de falsificaciones, que abundaban en su hoja. Tenía más de sesenta felicitaciones públicas, algunas incluso con premio en metálico, y numerosas medallas, entre ellas la Medalla al Mérito Militar y una Cruz de Hierro alemana de primera clase.

Sin embargo, Marino raramente hablaba de su pasado. Nadie sabía dónde había vivido con exactitud durante todos los años en los que se mantuvo en activo. Él se limitaba a decir que los Inspectores de la Brigada Móvil no deberían tener casa, ni familia, ni mujer ni hijos. Que todo eso no eran más que lastres que sólo daban ventaja a los ladrones y asesinos.

Su aspecto físico era, y todavía es, impecable. Un cierto parecido a Clark Gable, ojos verdes claros, moreno de piel, repeinado con gomina fuerte, traje a la medida, 1,75 y unos 70 kilos de peso, podría ser su descripción casi de examen de academia. Fumaba con estilo, los zapatos siempre brillantes...Nadie era capaz de adivinar su profesión, ni siquiera imaginarla remotamente. Sin embargo, tenía fama de ser capaz de desempeñar múltiples roles y papeles a lo largo de una investigación, en la que, como un camaleón, se adaptaba al medio para pasar desapercibido. No fue esto lo único que me enseñó Marino...

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