jueves, 5 de febrero de 2009

Víctor Pradera, 89 (6)

Carmencita trabaja en La Comercial desde hace años. Me da la impresión que secretamente enamorada de Marino, que ni siquiera la mira con esos ojos, caprichosos, con los que se observa a una mujer con la que sólo quieres pasar un rato en la cama... Atractiva, morena, más que bien amueblada, le gusta mostrarse generosamente, lo que por otra parte atrae no poca clientela. Tontea con los asiduos, se agacha sabiendo que los pone como locos, pero ahí terminan sus correrías. Después nada. Vuelve a sus tartas, sus croissants y sus tostadas, que para desayunar y merendar complementan los cafés... Algunos comentan que Carmencita gana un sobresueldo, haciendo favores a los ricachones del barrio...Para otros son son sólo habladurías. Nadie tiene pruebas, aunque ya se sabe, que en los barrios las pruebas no hacen falta: primero se juzga, luego se confirma, o se calla uno. Aquéllos argumentan que con el sueldo de una camarera no se puede permitir la ropa, los bolsos y zapatos que despliega... Éstos dicen que es rica de familia, y que sólo trabaja en La Comercial por salir de casa, pero que no lo necesita...

Lo cierto es que a lo largo de estas semanas ya me he cruzado un par de miradas con Carmencita, y ves algo más a través de esos ojos color miel. No me transmite inocencia, precisamente. Sabe lo que quiere, y creo que sabe además cómo conseguirlo. Me parece una mujer muy inteligente, y quizás desaprovechada al otro lado de la barra. Marino parece no darse cuenta, pero no me fío, la verdad. Juega al despiste con casi todo, y no hace falta ser del Cuerpo para darse cuenta de que entre estos dos ha tenido que haber algo serio.

Sebas y Joaquín miman a Carmencita como si fuera una hermana. No la dejan hacer tareas desagradables, ni la obligan a cumplir los horarios que religiosamente siguen ellos. Saben que aporta a la cafetería una personalidad especial, tiene estilo. Se ocupan también de apartarle los moscones y a todos aquéllos que toman más de una copa, especialmente cuando se ponen pesaditos... Pero no la miran con ojos de nada. La respetan casi más que a sus propias mujeres, que de vez en cuando aparecen por La Comercial para reponer sus coqueta despensa. Y es eso precisamente lo que me lleva a la teoría de la conexión de Carmencita con Marino. Dos hombres, como Sebas y Joaquín, en condiciones normales, tontearían algo más con ella, porque Carmencita no deja indiferente a nadie... Y cuando esto no pasa, es porque el peligro de ser descubierto acecha, o porque el temor a otra amenaza mayor se palpa en el ambiente.

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