domingo, 8 de febrero de 2009

Víctor Pradera, 89 - (7)

Yo no sé de dónde ha salido toda esta gente, pero no he visto un barrio ni una ciudad con más mestizaje de personalidades, excentricidades, rarezas y curiosidades que las que dominan estas cuatro calles... Ya, desde que salgo a primera hora de la mañana, observo atónito el portal, que Gertru ya tiene forrado con jaulas de jilgueros y canarios que compra en el Rastro. Dicen que la primavera la sangre altera, pero a a esta mujer parece que sólo le produce más ganas de hablar. La esquivo con un gesto de prisa, aunque no la llevo. Me han dado un permiso de siete días hasta mi incorporación a la comisaría de la calle Príncipe Francisco, que por cierto no me queda lejos. Gran ventaja ésta la de no tener que mover en Madrid el 600 de arriba a abajo, que además ya tiene sus tutes de la época de academia.

Compro el periódico de siempre, el ABC, que ha estado en casa de toda la vida. Cuando uno se hace a estas cosas, ya pueden escribir tonterías o meterse con Franco, que la lealtad a la cabecera manda más que la cabeza o que el Caudillo. Tiene un tufillo a monárquico que espanta, pero qué se le va a hacer. Nuestros jefes sabrán lo que tienen que ordenar. Los domingos me llevo también El Caso, periódico éste dónde se han publicado muchos de los robos y asesinatos que ha resuelto Marino, y del que algunos recortes, amarillentos ya, se encontraban entre las condecoraciones y las Órdenes Generales de la Dirección General de Seguridad, que se publicaban y que guardábamos en casa. Informaciones es otro de mi periódicos favoritos.... En la Academia nos enseñaban a buscar pistas en las noticias periodísticas: dos asignaturas completas dedicadas a los medios de comunicación impresos. Muchos casos resueltos por errores o simplemente por pequeños descuidos cometidos a través de los periódicos: un anuncio de un piso en Carabanchel, una esquela con demasiados nombres de familiares en ella, incluso recuerdo un caso que Marino me contaba en el que gracias a una foto de un grupo de amigos que celebraban el Gordo de Navidad, consiguió detener a un peligroso delincuente del que no sabían nada desde hacía más de seis años. Ser policía tiene estas cosas: no olvidas una cara, ni una mirada, y mucho menos una expresión. Y ya pueden pasar lustros, que cuando has estudiado un caso, el asunto es personal. No es el Cuerpo el que persigue la ladrón: es tu orgullo el que lo hace.


El kiosco de periódicos de Rafa está dos manzanas más abajo, en la calle Herranz, con casas mas señoriales, y sus señoras muy bien vestidas pero algo engreídas, de esas de misa diaria y crítica horaria. Y algo especialmente reseñable: mucha gente con perros, no tan señores... Yo creo que es contagioso, porque uno no entiende por qué pisa tantas mierdas en una calle del centro de Madrid. Y mira que Ginés, el barrendero, que riega más que barre, cómodo que es uno, se esmera y está desde primera hora recogiendo hojas y lo que no son hojas. Por la noche riega otra vez la calle, y yo me bajo a charlar con él, y ofrecerle un Kent, que le encanta...Mira con curiosidad la cajetilla, como si fuera una mujer inalcanzable, que además en este caso es especial, pero en la que siempre se lee: "Para fumar con verdadero placer, hará bien en fumar Kent"...

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