Compro el periódico de siempre, el ABC, que ha estado en casa de toda la vida. Cuando uno se hace a estas cosas, ya pueden escribir tonterías o meterse con Franco, que la lealtad a la cabecera manda más que la cabeza o que el Caudillo. Tiene un tufillo a monárquico que espanta, pero qué se le va a hacer. Nuestros jefes sabrán lo que tienen que ordenar. Los domingos me llevo también El Caso, periódico éste dónde se han publicado muchos de los robos y asesinatos que ha resuelto Marino, y del que algunos recortes, amarillentos ya, se encontraban entre las condecoraciones y las Órdenes Generales de la Dirección General de Seguridad, que se publicaban y que guardábamos en casa. Informaciones es otro de mi periódicos favoritos.... En la Academia nos enseñaban a buscar pistas en las noticias periodísticas: dos asignaturas completas dedicadas a los medios de comunicación impresos. Muchos casos resueltos por errores o simplemente por pequeños descuidos cometidos a través de los periódicos: un anuncio de un piso en Carabanchel, una esquela con demasiados nombres de familiares en ella, incluso recuerdo un caso que Marino me contaba en el que gracias a una foto de un grupo de amigos que celebraban el Gordo de Navidad, consiguió detener a un peligroso delincuente del que no sabían nada desde hacía más de seis años. Ser policía tiene estas cosas: no olvidas una cara, ni una mirada, y mucho menos una expresión. Y ya pueden pasar lustros, que cuando has estudiado un caso, el asunto es personal. No es el Cuerpo el que persigue la ladrón: es tu orgullo el que lo hace.
El kiosco de periódicos de Rafa está dos manzanas más abajo, en la calle Herranz, con casas mas señoriales, y sus señoras muy bien vestidas pero algo engreídas, de esas de misa diaria y crítica horaria. Y algo especialmente reseñable: mucha gente con perros, no tan señores... Yo creo que es contagioso, porque uno no entiende por qué pisa tantas mierdas en una calle del centro de Madrid. Y mira que Ginés, el barrendero, que riega más que barre, cómodo que es uno, se esmera y está desde primera hora recogiendo hojas y lo que no son hojas. Por la noche riega otra vez la calle, y yo me bajo a charlar con él, y ofrecerle un Kent, que le encanta...Mira con curiosidad la cajetilla, como si fuera una mujer inalcanzable, que además en este caso es especial, pero en la que siempre se lee: "Para fumar con verdadero placer, hará bien en fumar Kent"...
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